“La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación”, decía Oscar Wilde. Aguarda ser contemplada y admirada, sin recurrir a adjetivos gastados y recurrentes que pretenden abarcar lo inabarcable. La Naturaleza trabaja a diario para asombro de todos. En la costa noruega, el tiempo y el curso salvaje del planeta han construido un paisaje espléndido más allá de ilusiones y afecciones humanas. Los fiordos de Noruega penetran con fuerza desde los Mares y el Atlántico, próximo el Ártico, desde la Edad de Hielo. Hoy, su esfuerzo milenario perdura en imágenes intactas de agua, rocas y hielo. La vista se explica por sí sola, como cuando explota en el firmamento la aurora boreal. Es posible una recreación tan fantasiosa en octubre, febrero y marzo, y alrededor de Tromsø, muy al norte. Unos y otros elementos confieren a este país nórdico un halo mágico realista. Noruega es un país que debe ser navegado desde el mar hacia su serpenteo constante tierra adentro. Esos caminos azules, los fiordos, transcurren entre desfiladeros y cascadas, respirando pureza y soledad, llenando las llanuras. Bajo su superficie, bullen los peces; sobre ella, escasean las aldeas y revolotean las aves marinas. El entorno es inhóspito, pero a la vez reconfortante.

El Lysefjord, unos de los fiordos más bonitos de Noruega. Vista desde el Púlpito.
Fiordos del sur
En el extremo sur del país, Oslo reposa junto a la cabecera de un bello fiordo. Próxima a la capital, la región de Stavanger augura un camino de degustación visual. Casas de madera, bosques de pinos, montañas (Kjerag y Preikestolen o ‘Púlpito’) e incluso playas ramifican una cultura y un hábitat severo. También bucólico y romántico. Algunas granjas abandonadas atestiguan modos de vida ermitaña. Ahora recomponen un conjunto de restos ecológicos y turísticos muy valiosos. Ryfylke prescribe con orgullo la entrada al Lysefjord, una de las lenguas marinas más bellas de la tierra. Cuarenta y dos kilómetros de agua activa que surca imponentes paredes rocosas que superan el kilómetro de altura. Este fiordo de ensueño circula impávido, en parte empequeñecido por los muros naturales que lo dirigen hacia sus entrañas. El contraste es genio medioambiental.
Siguiendo rumbo norte, la región de Hardanger presenta un paraje encantador en primavera, cuando la fruta asoma junto al fiordo. En la zona, Sunnhordland, Haugesund y Haugalandet establecen sus bases estratégicas hacia la exploración exterior. Desde aquí, los días pasan, pero no se pierden.

Bryggen, el muelle hanseático de Bergen
Otra dimensión
El recorrido hacia el Norte se topa con Bergen. Y aquí, el discurso se queda corto. Alrededor de Bergen florecen algunas visiones inescrutables. Sognefjord recorre Noruega durante más de doscientos kilómetros y alcanza profundidades de hasta 1.308 metros. En La Tierra, solo el Scoresby Sundes (Groenlandia) supera su magnitud. El Sognefjord termina a los pies del Jotunheimen, un cúmulo de montañas que sobresalen por encima de los dos mil metros y conforman un encuentro de naturaleza perfecta. Los extremos de Noruega. El escenario no acaba aquí, aunque podría. De este gigantesco río polar germinan el Aurlandsfjord y el Nærøyfjord, por un costado, formando un canal de belleza inexpugnable y aparentemente eterna. La UNESCO ha declarado a ambos Patrimonio de la Humanidad. Ante ellos, la localidad de Flåm explota todos sus encantos.
Regresando a Bergen, la UNESCO no ha podido evitar una nueva intervención. El Bryggen, el muelle hanseático, forma parte del repertorio artístico de Noruega, a caballo entre algunos de sus fiordos más afamados. Rememora el origen de Bergen, el lugar donde se erigieron sus primeros edificios, así como el centro activo de la ciudad. Un paseo traslada hacia el pasado y aproxima mucho la historia y cultura autóctonas.

El fiordo de Geiranger, es uno de los más fotografiados.
La conquista de la tierra
El viaje continúa entre silencios y calificativos compartidos. Stryn, Nordfjord. Glaciares, montañas y más fiordos. La tierra está conquistada por ellos. La Noruega habitada resulta minúscula en casi cualquier comparación. Dirección Ártico, el país se estrecha hasta casi desaparecer entre archipiélagos y glaciares. Antes del ‘lifting’ geográfico, Alesund patrocina una parada muy recomendable. Sus edificios coloristas (Art Nouveau) parecen dormir sobre las aguas de nuevos fiordos (Geirangerfjord y Hjørundfjord), protegidos por elevados macizos (Sunnmøre), abiertos a todo. El panorama es novelesco, arcaico, arrebatador. Bajo el azul marino, la caballa y la bacalada esperan su parte de tradicionalismo.
Alesund atiende al nacimiento de dos bocas insaciables. La menor, el Hjørundfjord, ha vivido a la sombra del luminoso y popular Geirangerfjord, Patrimonio de la Humanidad, aunque su belleza es cada vez mejor conocida y más alabada. El Geirangerfjord, por su parte, descubre algunos de los mayores saltos de agua del país (‘De syv søstrene’, ‘Friaren’, ‘Brudesløret’), mientras se adentra en nebulosas y arcoíris permanentes. Por carretera, el sendero ondula en plena naturaleza gracias a la Trollstigen, carretera firme desde 1936 y guía directo a través de un escenario terrestre cada vez más reducido.

El Nordfjord se extiende desde el glaciar Jostedalsbreen hasta el océano.
Carretera y manta
Es difícil abandonar Noruega sin cubrir el camino que abre la Carretera del Atlántico entre fiordos, islas y pintorescos asentamientos. La ruta sugiere una belleza constructiva muy acorde al entorno natural y limpio. El asfalto avanza estrecho y respetuoso sobre el propio mar, frente a riscos verticales y entre numerosas porciones de tierra flotante, a saltos, en zigzag. A uno y otro lado acompañan ballenas y focas. Molde (ciudad de las rosas y el jazz) y Kristiansund (costumbrismo atípico), apenas ocho kilómetros, están unidos por un artificio altamente placentero. El contexto es idóneo para la pesca o un retiro garantizado de tranquilidad en alguna coqueta cabaña.
Más hacia el Norte aún, siguen creciendo fiordos espléndidos. También el frío y la soledad. Trondheim, Mo i Rana, Narvik, Harstad, Tromsø. La naturaleza se explica por sí misma.