El lago Lemán: el alma de Ginebra, Suiza

De entre todos los lagos europeos, el lago Lemán de Suiza es uno de los más excepcionales.

Y no tan solo porque puede presumir de ser el de mayor extensión de Europa Occidental (la denominación celta de ‘Lem an’ significa ‘agua grande’), sino también porque sus orillas bañan dos países: al sur se encuentran Francia y los picos de los alpes franceses, mientras que al norte se extienden Suiza y algunos de sus encantadores pueblecitos y ciudades.

Siguiendo la forma alargada y curva del lago Lemán, en la orilla suiza reposan, entre el agua, las montañas y largas hileras de viñedos, localidades como Lausana, sede del Comité Olímpico Internacional; o Vevey, sede de la no menos importante fábrica de Nestlé.

Y, sin embargo, a pesar de la riqueza de municipios bañados por las aguas, los 72 km de longitud del lago Lemán están eclipsados por un solo nombre: Ginebra.

Esta joya suiza, superada en población tan solo por Zúrich, se encuentra anclada en el extremo suroeste del lago, junto a la desembocadura del río Ródano y a la frontera francesa.

Y, lejos de ser un simple escenario, el lago constituye ya parte indivisible del engranaje que mueve la ciudad, de su paisaje y del día a día de sus gentes. Pasea sin prisas alrededor del lago Lemán y sentirás cómo acaricias el alma de la elegante y diplomática Ginebra.

GINEBRA - Lago Lemán Suiza
Ginebra se estructura junto al Lago Lemán. Foto: Angie Castells

Descubriendo el lago Léman: el Jet d’Eau y el Jardín inglés

Ginebra no podría comprenderse sin las aguas turquesas del lago Léman, que proporcionan a los ginebrinos un espacio de recreo y desconexión, e incluso algunas de las especialidades culinarias de la ciudad, como la trucha alpina o el filete de perca frito.

Aunque te alejes de la orilla, espiarás el lago desde el rincón menos esperado: una terraza, un jardín o una de las callejuelas del casco antiguo de la ciudad, punto de partida ideal para descubrir el lago.

Tras perderte entre tiendas de antigüedades, plazas y galerías de arte, camina en dirección al lago y pronto divisarás uno de los símbolos de Ginebra, el Horloge Fleurie.

Desde 1955, este elegante reloj floral da la bienvenida al jardín inglés, o Jardin Anglais, a orillas del lago Léman. Tecnología y naturaleza se dan la mano en esta enorme creación artística, cuyos mosaicos florales van cambiando de tonalidades a lo largo del año.

 El reloj floral ginebra
L'Horloge Fleurie marca el tiempo junto al Lago Lemán. Foto: Angie Castells

Justo detrás del Horloge Fleurie, un gigantesco surtidor de agua bombea hacia el cielo. El Jet d’Eau es probablemente la atracción más emblemática de Ginebra: no te será difícil, desde casi cualquier punto de la ciudad, divisar esta fuente artificial arrojando un chorro de agua, que se eleva hasta los 140 metros de altura antes de precipitarse de nuevo al lago Léman.

Cuando cae el sol, este monumento líquido se ilumina, de modo que sus colores forman parte de la estampa nocturna de Ginebra.

Desde aquí, te aguarda otra sorpresa: si el día es claro, en el horizonte podrás ver los Alpes y la cima nevada del Mont Blanc, el punto más elevado de la Unión Europea, a 4.810 metros de altura.

El jet d'eau en el lago Leman Suiza
El Jet d'Eau, el surtidor más famoso del Lago Lemán. Foto: Angie Castells

Navegando en Mouette por el lago

Para seguir contemplando el paisaje, ¿qué tal disfrutar de un agradable paseo por los muelles del lago Léman? En la parte sur encontrarás varios embarcaderos, y es que, además de miles de embarcaciones pesqueras y de transporte, por las aguas del lago Léman también navegan transbordadores y barcos turísticos, algunos de ellos vapores de rueda históricos.

Los barcos más famosos de Ginebra son las Mouettes, o gaviotas, cuatro líneas de lanchas motoras que parten cada diez minutos para conectar ambas orillas del lago Léman.

Forman parte del transporte público de la ciudad, así que el billete te saldrá gratis si tienes un título de transporte, y te servirán para vivir una experiencia distinta y contemplar Ginebra desde el interior del lago. Puedes tomarlas en el Quai Gustave Ador, junto al Jet d’Eau, y desplazarte hasta el Quai Mont-Blanc, en la otra orilla.

Un baño en los Bains des Paquis

No todos los atractivos de esta parte del lago Léman se encuentran en la orilla sur, como comprobarás en cuanto cruces al lado norte, ya sea a bordo de una Mouette o cruzando uno de los puentes que cruzan la desembocadura del río Ródano, como el Pont du Mont-Blanc.

Y es que la ribera norte está tapizada de pequeños jardines, que se intercalan con cafeterías y restaurantes junto al lago, e incluso con una insólita zona de baño: los Bains des Paquis. Se trata de una playa instalada alrededor de una península artificial que se adentra en el lago Léman, con un pequeño faro coronando el final de la pasarela.

Durante los meses cálidos, los Bains des Paquis se llenan de bañistas que tienden su toalla al sol o disfrutan de un chapuzón en el lago. Durante los meses de frío, los baños ponen a disposición de los visitantes saunas y baños turcos.

No es el único lugar de baño al aire libre en Ginebra, que también cuenta con piscinas, césped y atracciones acuáticas al aire libre en la orilla sur, en lo que se conoce como Genève Plage.

 lago leman mouettes
Las mouettes transportan a los pasajeros por el Lago Lemán. Foto: Angie Castells

Paseando entre parques y jardines

Pero, si el tiempo no permite el baño, sigue bordeando la orilla norte del lago Léman y pronto llegarás a un enorme pulmón verde constituido por un parque tras otro.

El frondoso La Perle du Lac, o la perla del lago, ofrece una extensión natural con unas vistas preciosas de las aguas extendiéndose más allá de Ginebra, y también múltiples propuestas de recreo. Aquí puedes visitar el Museo de historia de las ciencias, o acercarte en un pequeño paseo al espléndido Jardín botánico de Ginebra, que cuenta con invernaderos, vegetación de todo tipo e incluso una zona con animales exóticos.

Tan solo un ejemplo más de cómo alrededor del lago Léman ha florecido un verdadero santuario donde descansar del bullicio de la ciudad, tomar algo al aire libre, practicar deporte o, simplemente, detenerse a contemplar el alma de Ginebra.

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