Especialmente tras el auge de las aerolíneas low cost, Dublín se ha convertido en uno de los destinos más atractivos para realizar una escapada de fin de semana.
La ciudad presenta enlace directo con la mayoría de capitales españolas y, dependiendo del origen, la duración del trayecto suele estar en torno a las 2 horas y media / 3 horas.
Excursiones en Dublín más recomendadas
La siguiente crónica relata una experiencia de un fin de semana en Dublín incluyendo consejos para poder exprimir al máximo nuestra estancia en la capital irlandesa.
Viernes tarde. Toma de contacto con la ciudad
En Dublín el aeropuerto se encuentra a poco más de 10 kilómetros del centro de la ciudad, lo que supone otra importante ventaja para un viaje de fin de semana. Ya sea en taxi o autobús la mejor forma de acceder al centro es en paralelo al curso del río Liffey. En una ciudad que se originó en torno a un río, las estampas más pintorescas se contemplan precisamente desde aquí: las dos fachadas urbanas, los paseos peatonales en sus márgenes, los puentes que cruzan el río,…
Entre los puentes destacan los históricos como O´Connell Bridge, con sus clásicos arcos de granito, o Ha´penny Bridge con sus formas curvas en hierro forjado, pero también puentes contemporáneos como Samuel Becket Bridge, de Santiago Calatrava, que con su forma de arpa alude al símbolo nacional de Irlanda. También despertará nuestra atención el Jeanie Johnston, barco-museo reconstrucción de un velero del XIX, atracado en el margen izquierdo del río.
Tras este primer contacto visual, y después de acceder al hotel, la opción más recomendable sería dirigirnos al barrio de Temple Bar, lugar con mayor concentración de restaurantes y locales nocturnos.
El recorrido dependerá de la ubicación de nuestro hotel, aunque para una estancia de fin de semana quizá la opción de alojamiento más popular sean los tradicionales bed & breakfast. Estos se sitúan principalmente en el entorno de Gardiner Street Lower, al norte del Liffey. El trayecto a pie, de poco más de un kilómetro, nos dejará hermosas estampas de la ciudad, especialmente si lo hacemos coincidir con las horas del atardecer.
Y al final de nuestro recorrido nos espera Temple Bar, epicentro artístico y cultural y corazón del ocio nocturno. Las estrechas calles empedradas bullen de actividad durante la noche. Turistas y ciudadanos locales abarrotan los tradicionales pubs irlandeses, casi todos con música en vivo. Tomar una pinta en uno de estos locales puede ser una forma excelente de poner fin a nuestra primera noche en Dublín.
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Sábado completo. Visita a las principales atracciones turísticas
El sábado será el día central de nuestra estancia y, por tanto, el más aconsejable para realizar visitas a los lugares emblemáticos de la ciudad. La mayoría de ellos abren sus puertas en torno a las 9 y media o 10 de la mañana y finalizan sus visitas a las 5 de la tarde. Este hecho, unido a que muchos solo ofrecen visitas guiadas, condicionará bastante nuestros horarios y exigirá una planificación adecuada para poder aprovechar el día al máximo.
Entre las visitas imprescindibles se encuentran el Campus del Trinity College, fundamentalmente por su Biblioteca, de comienzos del siglo XVIII. En su interior alberga el Libro de Kells, fechado en el año 800, joya del arte medieval y una de las publicaciones más antiguas conservadas en Europa.
El Castillo de Dublín, 500 metros hacia el este, ha sido la sede tradicional del poder en Irlanda. Su visita es un recorrido por toda la historia de la ciudad: el emplazamiento vikingo original, las torres medievales, los salones y estancias reales del siglo XVIII. Destacan por su magnificencia el Salón de San Patricio y el Salón del Trono, sede aún de la investidura de presidentes de la República.
En las proximidades del Castillo, el Antiguo Ayuntamiento, o City Hall, es un magnífico ejemplo de la arquitectura georgiana de la segunda mitad del XVIII. Especialmente hermoso es el interior: una sala circular con una gran cúpula apoyada sobre 12 columnas.
Entre los monumentos religiosos son visita indispensable sus dos catedrales. Christ Church Cathedral es la más antigua de ambas ya que gran parte de su construcción data del siglo XII. En ella destaca su inmensa cripta medieval. A su vez la Catedral de San Patricio, del siglo XIII, impresiona por su magnífico espacio interior y su altísima torre campanario, otro de los símbolos de la ciudad.
Más alejadas del centro se encuentran otras dos atracciones muy populares entre los turistas: la antigua destilería Jameson y la cervecera Guinness. Ambas visitas narran sus orígenes y el proceso de elaboración del producto en un tour que finaliza con una degustación de sus tradicionales bebidas. En el caso de la cervecera Guinness merecen la pena las magníficas vistas desde el Gravity Bar, punto final del recorrido, y mirador sobre la ciudad a 40 metros de altura.
Por último conviene citar otra visita altamente recomendable: la antigua prisión de Kilmainham. Su mayor distancia al centro, unos 3 kilómetros en dirección oeste, la aleja de los principales recorridos turísticos. Sin embargo pasear por sus pasillos, celdas, contemplar las pertenencias de los presos o los patios de ejecuciones conforman una experiencia con tal fuerza emotiva que bien merece la pena priorizar esta visita sobre alguna de las citadas anteriormente.
Tarde-noche del sábado y domingo. La vida urbana de Dublín
En una visita tan breve merece la pena dedicar parte de nuestro tiempo a pasear por la ciudad, a disfrutar pausadamente de Dublín y revivir algunos de los rincones que narradores como James Joyce retrataban en sus novelas.
Para las últimas horas de la tarde del sábado reservamos el paseo por Grafton Street. Esta calle, mayoritariamente peatonal, es el principal eje comercial de Dublín. Además de las tiendas, joyerías o grandes almacenes abundan los cafés y restaurantes.
Músicos callejeros y floristas ambulantes dan colorido también a esta calle. En Grafton Street se encuentra además la estatua en bronce de Molly Malone, icono de Dublín desde el siglo XIX, y el acceso al parque St. Stephen´s Green, lugar preferido por los dublineses para disfrutar del sol en pleno centro de la ciudad.
Para la mañana del domingo se puede optar por la zona norte del río Liffey, con O´Connell Street como eje principal. Esta amplia avenida alberga edificios institucionales y estatuas de los personajes más relevantes de la historia de la ciudad, También el Spire of Dublin, altísima escultura de 120 metros realizada para conmemorar el nuevo milenio.
Sin embargo el mayor interés en cuanto a vida urbana se encuentra en las calles transversales. En Moore Street proliferan los mercados y puestos de venta ambulante: flores, frutas frescas y verduras principalmente. Henry Street y Mary Street son otras dos importantes calles comerciales, y el Boardwalk, o paseo peatonal junto al río, puede ser un lugar óptimo para poner fin a nuestra visita tomando un café relajadamente, de nuevo a la orilla del río.
Esta zona, al norte del Liffey, sin ser la más turística sí es la que mejor refleja el carácter de Dublín. Una ciudad moderna, con gran proyección, pero que respeta y conserva sus tradiciones: la arquitectura, el folclore, la artesanía, el pequeño comercio,… Una ciudad acogedora para el visitante, que bulle de actividad, y donde sus habitantes viven con intensidad el espacio urbano. Una ciudad que siempre nos dejará el deseo de regresar para poder confirmar nuestras primeras impresiones tras este intenso fin de semana.